Validez de la Realidad Onírica

Por lo general, experimentamos los sueños como si estuviésemos funcionando en piloto automático. Es decir, las decisiones que vamos tomando a lo largo de la experiencia del sueño no vienen de nuestro procesamiento consciente ni de nuestro razonamiento crítico. En mi humilde opinión, las decisiones que tomamos en la realidad onírica, en un estado expandido de conciencia, vienen dadas de forma automática a partir de las nuestras creencias más profundas, arraigadas en lo profundo de nuestro inconsciente.

Sueño lúcido

Pero hay ciertos sueños en los que ocurre algo fantástico. En mitad del escenario onírico y de la experiencia de nuestro sueño, surge de repente en nosotros una pequeña duda acerca de si lo que estamos experimentando es real o si podría ser un sueño. En ese preciso momento procedemos a hacer una comprobación de realidad para quedar estupefactos y maravillados de que, en realidad, estamos dentro de un sueño. ¡Nos acabamos de volver lúcidos dentro de un sueño!

Si somos capaces de mantener la lucidez en un sueño, comprobaremos que, a pesar de estar en un constructo mental en el inconsciente, ahora tenemos disponible nuestro ego, junto con la memoria y la capacidad de razonamiento crítico de nuestra vida de vigilia. De esta manera podemos contrastar todo lo que estamos experimentando (personajes, objetos y escenario oníricos) con todo lo conocido en nuestra experiencia de vigilia.

En el sueño lúcido ocurre algo mágico. Y es que nuestros pensamientos y nuestras emociones se materializan de forma instantánea en la realidad del sueño. Esto implica que podemos intervenir en la fabricación y desarrollo del sueño a golpe de voluntad propia. Robert Waggoner establece cinco claves que permiten co-participar en la materialización y alteración de la realidad del sueño lúcido:

  • Enfoque
  • Creencias
  • Voluntad
  • Intención
  • Expectativa

Si ponemos en funcionamiento estas cinco características dentro del sueño, observaremos que podemos modificar la realidad «material» del sueño. Y digo «material» (entre comillas) porque realmente la realidad onírica se siente totalmente real (vista, oído, tacto…), a veces incluso más real que la realidad de vigilia.

En el sueño lúcido se está produciendo una conexión directa, una intersección, entre nuestra mente consciente y nuestra mente inconsciente. Es decir, la mente consciente tiene a su disposición (al menos si el Yo Interior lo permite) el contenido inconsciente. Esta es una puerta a la posibilidad de afrontar nuestra sombra de forma segura y constructiva.

El sueño lúcido fue demostrado científicamente por Stephen P. Laberge, Lynn E. Nagel, William C. Dement y Vincent P. Zarcone Jr. [Publicación (PDF)

Dado que el cerebro experimenta la realidad del sueño como real, el aprendizaje y la creación de nuevas rutas neuronales siguen activos, y el cerebro sigue enviando las señales eléctricas al cuerpo ante nuestras acciones oníricas (aunque el cuerpo está paralizado), y dichas señales eléctricas llegan en forma de micro corrientes eléctricas a los músculos correspondientes. Esto lleva a la conclusión (demostrada empíricamente) de que podemos entrenar nuevos hábitos físicos durante un sueño lúcido. El uso del sueño lúcido por parte de deportistas de élite para mejorar sus habilidades en un hecho hoy día.

A nivel psicológico, el sueño lúcido permite afrontar y superar las pesadillas, los miedos y los traumas. El hecho de ser conscientes de estar en un sueño trae consigo el hecho ser consciente de que no puede pasarnos nada a nivel físico. De esta manera, dado que perdemos el miedo, podemos afrontar cara a cara esa pesadilla o ese trauma que se materializa en forma de símbolo onírico. Nos da la oportunidad no sólo de afrontarlo, sino de comprenderlo en profundidad. De esta manera estamos haciendo consiciente aquello que estaba oculto en el inconsciente, aceptándolo e integrándolo en nuestra personalidad.

El sueño lúcido nos permite crear un contexto onírico en el que poder experimentar una situación difícil o complicada de nuestra vida de vigilia, con la ventaja de perder el miedo a las consecuencias. Nos permite entrenar situaciones para comprenderlas desde una perspectiva más profunda y encontrar una solución más acorde a nuestras creencias y que nos permita crecer como personalidad. De la misma manera, el sueño lúcido nos permite buscar soluciones a problemas de vigilia utilizando la información y la capacidad del inconsciente.

Finalmente, el sueño lúcido no sólo es como una especie de realidad virtual increíble, sino el portal hacia un camino espiritual. Es el portal que permite realizar el camino de introspección y de exploración interior, el camino que lleva a conocer, reconocer, aceptar e integrar la sombra de nuestra psique llevándonos en última instancia a una completitud de nuestra psique, de nuestro ser.

¿Qué es real?

Estaremos de acuerdo en que el cerebro interpreta los estímulos eléctricos que le llegan a través de los sentidos (vista, oído, tacto, olfato y gusto). La interpretación que realiza de dichos estímulos es lo que percibimos como realidad. Y dicha realidad la consideramos como tal, pues podemos interactuar con ella a partir de la interpretación hecha por nuestro cerebro.

En los sueños lúcidos ocurre lo mismo. Al volvemos conscientes de estar dentro de un sueño, éste se vuelve extremadamente real y estable (en función del nivel de lucidez) a nuestra vista onírica. Percibimos perfectamente los sonidos que se están produciendo en el sueño con plena nitidez. Podemos tocar los objetos que aparecen en el sueño y sentir perfectamente su dureza, su rigidez, su textura, etc. Es decir, a efectos de los estímulos recogidos e interpretados por nuestro cerebro, estamos experimentando una realidad totalmente válida.

Algo realmente fascinante y que diferencia la realidad onírica de la de vigilia es que mientras en el sueño los pensamientos y las emociones se materializan de forma instantánea, en la de vigilia se requiere del transcurso de la acción y, por consiguiente, del paso del tiempo.

Ser testigo de una realidad onírica que se siente totalmente real, y en la que la materialización de dicha realidad es fruto instantáneo de los pensamientos y las emociones, es algo sobrecogedor y fascinante. Tan sólo poniendo la intención de que una pared de piedra que se siente totalmente real (rígida, infranqueable, sólida) sea ahora como mantequilla, y que al pasar la mano por dicha pared se deshaga como mantequilla, sintiendo perfectamente el proceso con todos sus detalles, es algo que tiene que ser experimentado para poder comprender el impacto que tiene en la personalidad.

Al igual que en un sueño lúcido, la interacción con la realidad onírica se manifiesta a través del enforque, las creencias, la voluntad, la intención y la expectativa, no podemos negar que los mismos parámetros se aplican a la realidad de vigilia, con la única salvedad que, para materializar las ideas, tenemos que realizar acciones y, para ello, va a ser requerido un paso del tiempo.

Algo también a tener en cuenta es la memoria de las experiencias vividas. Cuando un sueño lúcido es experimentado, la sensación es de ser extremadamente real (incluso más real que en vigilia). Sin embargo, el recuerdo del sueño sí tiene ese carácter onírico. Pero si tratamos de recordar cualquier experiencia de vigilia de nuestro pasado, observaremos que también tiene las mismas características que la memoria onírica.

Así pues, si consideramos real todo aquello que recibe el cerebro en forma de estímulos, que es interpretado, que presenta estabilidad y que permite una interacción… entonces, ¿qué es real?

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