Mis profundas disculpas y todo mi respeto hacia las civilizaciones ancestrales
Hace apenas unos pocos años todavía tenía el convencimiento de que las civilizaciones antiguas se habían quedado muy por detrás de nuestra civilización en cuanto a tecnología y conocimiento. Sólo cabía mirar las maravillas que hemos logrado a nivel de ciencia, tecnología, medicina, etc.
Siempre que leía o escuchaba, por ejemplo, acerca de los chamanes y de sus rituales, me quedaba con la idea de algo muy antiguo basado en creencias de su sociedad y su tiempo, sin base alguna y casi que sin sentido. Una vez más, me basaba en la comparación con las maravillas de nuestro mundo actual que, con sus teorías, conoce perfectamente la naturaleza de la vida y de la realidad.
Y esta creencia en mí acerca de las civilizaciones antiguas ha acabado desmoronándose por completo…
Supongo que hoy nadie «duda» de que sabemos perfectamente qué es la vida y la realidad que nos rodea. Sabemos cómo funciona prácticamente todo, y para ello tenemos las diferentes teorías realizadas por la ciencia que lo explican y que nos hacen ver que todo es cuestión de ADN, de programación y de leyes físicas que se rigen por reglas muy bien definidas. Todo es un mecanismo complejo muy bien engranado que obedece leyes como lo hace una máquina o una computadora. Así mismo, tenemos bastante claro que sabemos cómo funciona el cuerpo humano, por qué enferma y cómo curarlo.
Sin embargo, cuando uno se anima a profundizar en algún tema que se da por sentado, resulta que, al final, la base de dicho conocimiento se establece sobre algo desconocido. Por lo que empiezo a atisbar en muchos casos, nos encontramos con modelos estadísticos que llegan a predecir en cierto modo y bajo ciertas condiciones, el comportamiento de algo que observamos. Luego viene la creación de teorías que tratan de adaptarse a dichos modelos estadísticos y, a partir de ahí, viene la interpretación de lo que podría ser o no ser.
En los niveles más pequeños de la materia sabemos que todo está formado por átomos, y que los átomos están formados por el núcleo y por electrones. Resulta que las primeras teorías hablaban de los electrones como «bolitas» o planetas orbitando el núcleo. Muchos años después ya no son bolitas y hablamos de nubes de probabilidad. Seguramente dentro de un tiempo cambiaremos la idea de electrón por otra cosa que se adapte mejor a las nuevas teorías que vayan surgiendo. Pero entonces, ¿qué es un electrón? No tenemos ni idea, pero es lo que creemos que puede ser a partir de las teorias que permiten comprender de momento la naturaleza de su comportamiento.
Y lo mismo viene a ocurrir con muchas enfermedades catalogadas por la medicina hoy día. Hay un estudio estadístico que muestra ciertos patrones de comportamiento, se llega a una teoría y se construye la realidad de la enfermendad sobre dicha teoría. ¿Es una enfermedad una simple disfunción de la máquina que es nuestro cuerpo? Simplemente teniendo en cuenta el famoso efecto placebo, uno ya se cuestiona muchas cosas. De hecho, llego al punto de plantearme si realmente sabemos algo con plena certeza, ya que todo lo que conocemos está prácticamente basado en una cadena de creencias acumulados a lo largo del tiempo en nuestra civilización.
Si al final todos los conocimientos que tenemos son creencias que han crecido sobre supuestos que parece adaptarse al comportamiento de las cosas, ¿cómo podemos tener la certeza de que tenemos la verdad absoluta?
Ésto es lo que me lleva a plantearme que, al igual que nuestra civilización ha llegado a ver y comprender la vida y la realidad de una manera que damos por válida, entonces las civilizaciones ancestrales seguramente hayan llegado a comprender la vida y la realidad de otra manera igualmente válida.
En estos últimos años, conforme he ido adentrándome y profundizando en el tema de los sueños y la psique, he ido llegando a la conclusión de que no sabemos nada acerca de nuestra naturaleza, de la vida y de la realidad. Y me atrevo a decir ésto después de ser testigo de muchas experiencias a nivel personal. Pero lo que más me sorprende es que mi experiencia me está indicando claramente que los chamanes estaban muy en lo cierto en cuanto a la naturaleza y el significado de los sueños.
Hace dos fines de semana tuve la fortuna de asistir a un taller donde realizamos diferentes prácticas de relajación, de mayor conexión con nuestros sentidos y también realizamos una meditación con una chamana siguiendo un ritual ancestral. Lo que pude sentir en mí, las experiencias y sensaciones corporales que compartieron otros asistentes, y la información detallada que facilitó la chamana a algunas personas acerca de su estado de salud (siempre a petición de la propia persona) y la posterior y más sorprendente confirmación, hizo que me quedara totalmente anonadado y en fuera de juego.
Día a día voy entendiendo que no hay una única manera de comprender la vida y la realidad. Ahora soy capaz de entender que el conocimiento y la comprensión acerca de la vida y la realidad de las civilizaciones ancestrales tienen la misma validez (o más) que la que pueden tener las nuestras. Me va quedando claro que no hay nada escrito en piedra, y que todo lo que creemos conocer se basa en meras creencias que han sido construídas sobre conjeturas cuya base real desconocemos por completo. Y el mundo de los sueños está siendo una puerta maravillosa hacia dicha comprensión. Y el mundo de los sueños y de la muerte ha sido explorado por los chamanes, los egipcios y otras civilizaciones, a un nivel que nuestra ciencia no es capaz de atisbar.
Se nos han subido los humos creyendo que somos los más listos del la historia, y me parece que estamos más lejos de nunca del conocimiento más profundo acerca de nuestra naturaleza más íntima.
Así pues, ofrezco mis más sinceras disculpas a todas las civilizaciones ancestrales a las que en cierto modo menosprecié y, a partir de ahora, les muestro mi más profundo respeto a todos los niveles.