¡Tres hojitas!
Como en cualquier otra experiencia, hacer crecer las plantitas de Calea Zacatechichi está siendo toda una aventura de aprendizaje con sus altibajos. Y es que no gano para sorpresas y para disgustos.
Ya me ocurrió en los Países Bajos, cuando Gabriela y Chris, una pareja amiga, me regalaron una pequeñísima tomatera cherry. Jamás había tenido la responsabilidad de cuidar y hacer crecer una plantita, y la experiencia fue muy curiosa y especial. Creé un vínculo especial con la plantita (la llamaba «plantusquiña»). El primer tomatito fue algo increíble. Y el vínculo que creé fue tal, que cuando tomé la decisión de volverme a España me dolió en el alma la idea de la posibilidad de tener que abandonarla. Por suerte, un vecino quiso quedársela y cuidarla. La alegría y alivio que sentí fueron enormes, hasta el punto de llegar a derramar alguna lágrima.
La experiencia se repite, aunque en esta ocasión no es una tomatera cherry, sino unas cuantas Calea Zacatechichi. Y, así como en la vida, no hay dos experiencias iguales.
Cuando planté las primeras semillas de Calea, me quedé un tanto sorprendido al ver que eran extremadamente pequeñas y finas. Tomé con cuidado unas 10 semillas y las distribuí en la tierra de dos macetas de tamaño mediano. Pues bien, con los días empezaron a aparecer brotes con dos hojitas. Una… dos… tres… ¡hasta 12!
Ante tal marabunta de plantitas decidí transplantar algunas a otra maceta, pues en caso de no hacerlo iban a estar demasiado juntas. Lo hice con toda la delicadeza del mundo y pareció funcionar bien.
Sin embargo, la duda me surgió con el tema del riego. En un principio rociaba con agua la superficie de la tierra hasta humedecerla, sin saturarla de agua. Eso, junto con luz exterior, parecía que iba alimentando las plantitas de forma adecuada.
Pero en cierto momento entró en acción mi mente consciente, y empezó a dar vueltas al tema del riego. Busqué información y acabé tomando la decisión de cambiar la forma de suministrar el agua a las Calea. Así pues, decidí regarlas con más cantidad de agua y no volver a regar hasta después de varios días.
Para mi disgusto, las plantitas empezaron a morir poco a poco, una detrás de otra. Fuí consciente de que metí la pata al cambiar algo que estaba funcionando bien, y me supo fatal por las plantitas.
El disgusto aumentó cuando la plantita más grande (la de la foto de la primera publicación sobre la Calea) se dobló y acabó tumbada sobre la tierra. En ese momento dejé de pensar y simplemente procedí a desenterrarla por completo con mucho cuidado y transplantarla a otra maceta donde ya había removido la tierra para que perdiera humedad. Además, decidí plantarla en la periferia, pues intuí que en esa zona la tierra perdería humedad más rápidamente.
Pues bien, hace unos pocos días me encontré con la sorpresa de que la plantita empezaba a sacar la tercera hoja (foto de esta publicación). ¡Qué alegría! ¡La plantita sigue viva y con fuerza!
Y además, unos días antes había plantado unas poquitas semillas más y, para mi gran sorpresa, han aparecido dos plantitas más:

Obviamente, he vuelto al hábito de rociar la tierra al alrededor de las plantitas con un pulverizador hasta humedecerla, sin llegar a saturarla. Además, como está haciendo muy buena temperatura, las dejo en el balcón durante el día y las entro en casa por la noche.
El hecho de cuidarlas y verlas crecer poco a poco añade un pequeño propósito en mi día a día. Un pequeño propósito que me hace sentir mucha alegría a nivel interior. Y me viene mucho a la memoria los libros de Carlos Castaneda, pues son sus escritos los que me motivaron a tener las plantitas y crear ese vínculo chamánico con ellas.
Así pues, día a día, sigo alimentando y haciendo crecer el vínculo con las Calea, siendo consciente de que al mismo tiempo estoy creando un vínculo más fuerte conmigo mismo a nivel interior.