Mi primer sueño precognitivo: «El Último Tren»
El que voy a contar es el segundo de los sueños que recuerdo y que vinieron para quedarse en mi memoria de por vida y con pleno detalle.
Este sueño en cuestión lo tuve a mis 22 años, y marcaría un antes y un después por la forma en que plasmó una información que yo no podía saber de antemano y que me permitió afrontar de una forma muy normal lo que hubiera sido un choque emocional de gran impacto en mi personalidad en la realidad de vigilia.
Para poder comprender este sueño y el impacto que tuvo en mí, voy a exponer a continuación el contexto en el que se dio, para luego exponer el contenido del sueño con detalle.
En aquella época yo estaba viviendo en Valencia ciudad, pues estaba estudiando la carrera en la Universidad. Cada viernes cogía el tren en la estación del Norte para volver al pueblo y estar con la familia y los amigos, para el domingo siguiente cogerlo de nuevo para volver a la gran ciudad a seguir con mi vida.
Fue en los dos primeros años de carrera cuando ocurrió que comencé a sentir por C, una amiga mía de toda la vida que vivía en Valencia, algo más que amistad. C estaba estudiando en Alicante y volvía a Valencia para pasar los fines de semana. Alguna vez que otra coincidimos por unos minutos en las plataformas del tren en la estación del Norte cuando ella venía de Alicante y yo partía hacia el pueblo.
Mi interés por ella hizo que me interesara en quedar con ella y su grupo de amigas algún fin de semana que otro en Valencia. Y aunque quedamos en grupo varias veces, jamás me atreví a declararle mis sentimientos (cosas de la personalidad de uno en aquella época).
La cuestión es que uno de esos fines de semana volví salí con ella y su grupo de amigas a cenar por Valencia, para luego ir a bailar en algún lugar típico donde salía la gente. Al terminar la noche, me volví al piso de estudiantes a dormir. Esa noche en cuestión soñé lo siguiente:
«Estoy en la Estación del Norte de Valencia. Estoy de pie, en el amplio recinto que da a las plataformas principales de los trenes de cercanías. El ambiente es muy onírico, muy poético y de una calidez emocional especial. Sé que C está en la estación, pues puedo sentir su presencia, aunque no sé exactamente dónde. Sé y siento que está por aquí. Aunque hay mucha gente y escucho el murmullo fuerte de la gente hablando, no veo a nadie en concreto. Sé que el recinto donde me encuentro está a tope de gente esperando a los trenes o deambulando por la sala. Siento que C está entre la gente y quiero encontrarla. Decido ir a buscarla. Voy caminando entre la multitud y, aunque sigo sintiendo que ella está presente, no consigo dar con ella. De repente, algo en mí me dice que C está en la sala de espera que hay en un lateral de la estación. Me dirijo hacia allí con celeridad mientras voy esquivando a las personas. Hay mucha gente en la estación. Entro a la sala de espera y, aunque sigo sin ver a nadie, siento que la sala está abarrotada de gente y siento perfectamente que C está aquí. Busco por todos lados, rastreo todos los rincones, pero no consigo encontrarla. Es una sensación de impotencia, porque puedo sentir su presencia perfectamente, pero no consigo dar con ella. Una vez más, y de repente, siento que C vuelve a estar en el recinto donde están las plataformas de los trenes de cercanías. Salgo corriendo de la sala para seguir buscándola. Pero al salir a dicha plataforma o sala principal ocurre algo inesperado. El recinto está totalmente vacío. No hay nadie. No se escucha ni una sola voz, ni un murmullo. El silencio y la soledad de la estancia me pilla por sorpresa. En eso que miro hacia las platarformas de los trenes y observo que hay un tren parado en una de ellas. Sólo queda ese único tren. Y dentro de mí siento perfectamente que el tren va a partir de forma inmediata. Siento perfectamente que C está en ese tren. Una sensación inexplicable de tristeza e impotencia invade mi interior. Quiero ir corriendo hacia ese tren para alcanzar finalmente a C, pero estoy muy lejos. Aunque comienzo a caminar hacia el tren, algo dentro de mí me está indicando que no voy a llegar a él. Y cuando estoy a medio camino, mientras sigo caminando sin esperanza alguna, en el más completo de los silencios observo como el tren inicia su salida. Aunque no llego a detener mis pasos, veo cómo el tren se va alejando poco a poco ante mi triste y melancólica mirada. No puedo hacer nada al respecto. C se va, y sé que es para siempre.»
Al despertar rompí a llorar, totalmente destrozado en mi interior. Sentía una tristeza y una impotencia como nunca antes ante lo que simplemente había sido un sueño con un contenido demoledor de una belleza sublime. El disgusto me duró dos o tres días, pero fue fácil de llevar, puesto que se trataba de un sueño.
Volví a quedar con C y sus amigas en Valencia dos fines de semana después. Esa noche fuimos de cena a otro lugar en una de las calles concurridas del sábado. La cena fue muy entretenida y divertida, como siempre. Y, cuando depués de cenar, íbamos caminando por la calle para ir a un pub de la zona, C detuvo la marcha porque quería comunicar algo importante al grupo. Aunque me sorprendió la iniciativa repentina de C, me dispuse a escuchar con atención lo que tuviera que decirnos. Y nos anunció que quería hacer oficial que estaba saliendo con un chico de la Universidad donde estaba estudiando ella.
Conociendo mi personalidad de aquella época, este anuncio hubiera supuesto la demolición de mi ser emocional. Sin embargo, en el preciso momento que escuché la noticia, el sueño que había tenido dos semanas antes me vino a la mente de forma súbita. Una alegría y una «comprensión» inusitadas invadieron mi ser por completo. En tiempo real, me estaba maravillando hasta límites desconocidos por mí, de que lo que estaba ocurriendo justo enfrente mío ya había sido expuesto con total claridad por mi sueño. Hice lo que sentía en mi alma: sonreir ante la magnificiencia de la sincronicidad y alegrarme de corazón por C.
Sin saberlo de forma consciente, algo en mí conocía que el último tren había partido… con C en su interior.