31
May
2025
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¿Y si la vida fuera un sueño? (I)

Anoche salí a cenar con dos personas muy especiales que forman parte de mi vida y le dan sentido, dos personas que me aportan el significado verdadero de la palabra AMISTAD en mayúsculas.

A pesar de que ya hacía tiempo que les había hablado al uno del otro y viceversa, era la primera vez que ella y él coincidían y se conocían en persona. Para mí era un encuentro muy especial, puesto que significaba reunir a dos personas que realmente aportan un significado muy especial y profundo a mi persona.

Lo que no me esperaba era que el encuentro adquiriera un significado mucho más profundo y significativo, si cabe, al observar por un instante el momento de forma simbólica, como si se tratara de un sueño. En el momento que me dí cuenta de lo que significaba, se me puso la piel de gallina.

A lo largo de los últimos años he observado cómo los diferentes símbolos oníricos que aparecen en mis sueños (personajes, objetos, escenario, contexto, acción…) adquieren un significado simbólico importante que refleja, por lo genera, mi estado interior.

La gran pregunta que me hago muchas veces es… ¿qué ocurriría si prestara más atención a lo que ocurre en el día a día de la «vida real», y tratara de extraer un significado simbólico a todo aquello extraño o fuera de lo ordinario que ocurre en ésta?

Hay ciertas ocasiones en que vamos atravesando el día casi en piloto automático, totalmente inmersos en nuestros pensamientos llenos de narrativas que nos sacan del momento presente. Estamos todo el tiempo dando vueltas bien a lo que nos pasó en el pasado reciente o lejano, bien a las proyecciones de futuro en las que intentamos saber lo que va a ocurrir. Sea como sea, normalmente estamos fuera del momento presente, que es el único momento que realmente existe, puesto que el pasado es memoria y el futuro es fantasía.

Se dan ciertos momentos dentro de ese moverse en piloto automático que, por la razón que sea, «despertamos», quedándonos en modo observador y absorbiendo la información a través de unos sentidos más despiertos de lo habitual. Y en ese momento «sabemos» cosas que no las procesamos de forma racional, sino que sabemos que tienen plena y total validez a nivel interior. Aquí es donde, por ejemplo, entran las sincronicidades (y doy fé de ellas).

Pues bien, en un momento del encuentro de ayer se dió esa curiosa circunstancia, y al tratar verlo e interpretarlo como si fuera un sueño, el significado del momento trascendió lo esencial.

Por un momento traté de volver a recordar las cualidades de ambos dos, aquellas cualidades de su personalidad que hacen que signifiquen tanto para mí. Y me encontré que ambas personalidades representan la manifestación de una dualidad que define una totalidad más grande que sus partes en la que me siento reflejado a nivel interior. Y siento ese reflejo porque a parte de una amistad sincera, siento un total respeto y admiración hacia los dos, a muchos niveles.

Él es un hombre que presenta valores como la honradez, la humildad, la sinceridad, la honestidad, la justicia, la crítica y el bien hacer. Es una persona sensible que trata de comprender todo lo que ocurre a su alrededor con la mente lógica y racional. Ella es una mujer que presenta sinceridad, honestidad, empatía, valentía, entrega, discernimiento, aceptación, comprensión y generosidad. Es una persona capaz de afrontar cualquier reto que se le presente, por difícil que parezca, y tiene una sensibilidad y una conexión especiales con lo sutil y el mundo espiritual.

En ese momento del encuentro me percaté de que ellos dos representan dos energías aparentemente diferentes, dos mundos aparentemente separados, con unas características muy especiales repartidas entre los dos y de forma que en su totalidad reflejan muchos valores por los que me siento atraído y que que me empujan en muchas de mis decisiones. Los dos juntos representan esa totalidad que va más allá de la suma de sus partes y que realmente siento que me define a nivel interior.

Ví por primera vez a mi amigo, una persona tan lógica, racional y alejada de todo lo que suene a espiritual, escuchando las palabras de mi amiga sin echar a correr, abriéndose a aceptar con respeto una visión alejada de lo material y tangible. Por otra parte, mi amiga escuchó y comprendió a mi amigo sin tratar de imponer ninguna idea o perspectiva, aceptando por completo esa otra visión. Es más, ambos coincidieron en que, en el fondo, estaban hablando de las mismas ideas y conceptos desde perspectivas diferentes. Había un punto de comprensión, un punto de encuentro, un punto de equilibrio.

El encuentro de ayer, una cena entre amigos del alma, lo sentí en parte como un reflejo de algo que se está moviendo en mi interior, como el reflejo de mi estado interior en el camino de búsqueda del equilibrio a nivel de personalidad hacia el que siento que estoy siendo llevado y acompañado. Sentí una especie de confirmación de estar en pleno proceso de individuación, en el proceso de integración de tantas experiencias y creencias escondidas en mi sombra.

Viendo el encuentro de ayer como un sueño, sentí que representaba el primer punto de contacto entre mi energía masculina y mi energía femenina que mueve mi personalidad en esta aventura llamada vida. Era como la representación de ese primer contacto de la mente racional y lógica con la mente emocional y creativa. Simbolizaba la conexión entre la mente consciente y la mente inconsciente. La unión del cielo y la tierra. La unión de lo material y lo espiritual.

Al igual que con los sueños, quise percibir y ser consciente por un instante lo que sentía en ese preciso momento. Y sentí gratitud, alegría, respeto, admiración, felicidad, completitud y mucha paz interior.

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